El Nuevo Testamento cuenta acerca de muchos milagros efectuados por Jesucristo. Pero, ¿qué milagros ocurrieron después de la muerte de Jesús? Los milagros que siguieron la resurrección de Jesús ocurrieron mediante el poder del Espíritu Santo y son contados en el libro Hechos de los Apóstoles.
Según Juan 14:26, Jesús le reveló a sus discípulos que tendrían al Espíritu Santo para consolarlos luego de que Él regresara al Cielo.
Junto con lo que les había enseñado, tendrían la habilidad de realizar actos supernaturales para que quienes los escucharan pudieran tener confianza en sus palabras. Estos milagros aparecen en el libro de Hechos de los Apóstoles.
En Hechos 2, los doce apóstoles reciben en poder del Espíritu Santo, que llega acompañado de vientos, fuego y el poder de hablar en lenguas, o lenguajes que los apóstoles no reconocían pero que otras personas presentes podían entender.
Después de recibir estos dones, los apóstoles efectuaron muchos milagros. El pasaje 3:7-11 cuenta cómo Pedro sanó a un hombre inválido en el templo. Debido a esto, a Pedro y Juan los aprehendieron y los llevaron presos. Luego de que los dejaron ir, ellos oraron diciendo:
“Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno. Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús...”
Entonces el Espíritu Santo los ayudó con otro milagro.
“Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno.” (Hechos 4:31)
En Hechos 5, el poder del Espíritu Santo se manifiesta de otra manera, demostrando el poder de Dios para dar vida o quitarla.
Ananías y Safira, su esposa, vendieron un terreno por el que obtuvieron dinero que luego entregaron a los apóstoles. Pero secretamente guardaron una parte de las ganancias, lo que molestó no solo a los apóstoles sino a Dios. Cuando el apóstol Pedro desmintió a cada uno, tanto Ananías como Safira cayeron sin vida por el poder del Espíritu Santo.
Para lo que tenían fe, sin embargo, los milagros daban vida. Los apóstoles siguieron sanando multitudes de personas que llegaban de todas partes.
Ya que los apóstoles de Jesús se hacían cada vez más conocidos y populares, el Sumo Sacerdote y sus partidarios se preocuparon y los encerraron una vez más en la prisión. Pero los apóstoles no se quedaron encerrados. Un ángel les abrió las puertas de la prisión (Hechos 5:19) y quedaron libres para continuar predicando en nombre de Jesús.
Cuando a Esteban, considerado un hombre lleno de la gracia y el poder de Dios, se le acusó de querer destruir la ley de Moisés, su rostro se transformó y los presentes vieron que se convertía en un ángel. (Hechos 6:8)
El apóstol Felipe realizó muchas sanaciones en Samaria. Muchos espíritus malignos salían dando alaridos, y un gran número de paralíticos y cojos quedaban sanos (8:6,7,13).
En un episodio milagroso, escuchó la voz del Espíritu Santo, que lo guió a conversar y convertir a un enuco etíope. Cuando lo bautizó y salieron del agua, el Espíritu Santo se llevó a Felipe, quien luego apareció en otro lugar llamado Azoto.
El Espíritu Santo también obró sobre Saulo, quien luego de recibir sus instrucciones y quedar ciego, recibió de Ananías la conversión y la sanación de su ceguera. (Hechos 9). Más tarde se convertiría en el Apóstol Pablo.
Pedro continuó sanando a más personas. En Lida sanó a un paralítico llamado Eneas, y en Jope resucitó a Tabita. Todos estos milagros ayudaban a la gente a tener fe en Jesús y a convertirse.
Los milagros continuaron…
La conversion de San Pablo (1542), obra de Miguel Ángel